Año del Señor 1999. Han pasado dos años de la publicación de 'Falling into infinity', quizás el disco menos personal hasta la fecha de Dream Theater. Un trabajo concebido bajo la presión de la discográfica y con tecladista nuevo tras la ruptura de Kevin Moore con la banda neoyorquina. Después de dos discos estelares que practicamente reinventaron y revitalizaron un género moribundo (Awake e Images and words), Falling into inifinity supuso una decepción para muchos. Una tesitura complicada, a lo que hay que añadir otro cambio en el grupo: Jordan Ruddess por Derek Sherinian a las teclas. Y sin duda esta incorporación es una de las claves de la gestación de Metropolis pt. 2: Scenes from a memory; o lo que es lo mismo: una obra maestra atemporal.
Scenes from a memory es un álbum conceptual, que narra una única historia mediante canciones que actúan como 'escenas' y se unen perfectamente entre sí formando un todo, un conjunto complejo que nos va destapando una trama densa como si de una película se tratara. Los temas tratados en dicha historia van desde el amor hasta la muerte o la reencarnación y su ritmo es fluído y sorprendente hasta el final. No solo cuenta el aspecto puramente musical a la hora de evaluar un disco; en este caso el caracter conceptual y la dificultad de crear una historia a partir de la música, son factores que elevan todavía más la grandeza del trabajo.
En lo que a música se refiere, Scenes from a memory también supera cualquier expectativa. Virtuosismo a la par que sentimiento es quizás una buena y resumida descripción de lo que ofrece este disco. Dream Theater consiguió fusionar la destreza y el talento instrumental con el sentimiento y la emotividad que solo la música bien hecha puede ofrecer. Algo posible gracias a la versatilidad de Petrucci, que pasa de atronadores riffs a delicados solos llenos de feeling como si nada; o al inmenso talento de Rudess, que en su debut en Dream Theater ofrece quizás su mejor trabajo, alcanzando unas cotas de creatividad y genialidad impresionantes; o a James Labrie, vilipendiado muchas veces, pero que aquí deja su listón más alto y lo borda en todo momento, demostrando una variedad de registros que ya no volvimos a escuchar. Y que decir de Myung o Portnoy... Solo semejante 'alineación' podía hacer posible algo tan grande como este disco.
Disco que hay que entender como un 'todo', practicamente como una sola canción de 77 minutos; pero que bien podemos separar en escenas para destacar algunas:
-Regression y Overture 1928: Una sesión de regresión hipnótica abre el disco, con una cuenta atrás muy acertada, que se enlaza con la música. A partir de ahí, una impresionante instrumental avisa de que algo grande se avecina. Perfecta para ir abriendo boca.
-Strange Deja-vu: No hay pausas, ni momentos de respiro; aún suena el eco de la instrumental cuando empieza la siguiente escena. Dura y por momentos pesada, de ritmo cambiante, creando diferentes atmósferas mediante los cambios de tempo. Petrucci y Myung protagonistas; tremendos riffs.
-Fatal tragedy: Descomunal. Tema que va subiendo de intensidad hasta estallar en un clímax instrumental en el que Petrucci y Rudess hacen lo que les da la gana. Un tema al alcance de muy pocos.
-Through her eyes: Como hemos dicho antes, también hay sitio para la sensibilidad y el sentimiento. Balada triste, con un gran LaBrie, muy bien acompañado por piano, acústicas y el suave punteo de Petrucci, que demuestra una vez más, que no solo vive de velocidad y técnica.
-Home: Este pasa por ser directamente uno de los mejores temas progresivos de la historia. Casi trece minutos de auténtico derroche de genialidad en todos los aspectos. De ritmo casi hipnótico, la complejidad estructural del tema le viene como anillo al dedo a la historia y su desarrollo.
-The dance of eternity: La instrumental de instrumentales. Sin duda aquí el destacado es Jordan Rudess, que se atreve con todo en este tema de ritmo frenético. No hay palabras para describirlo.
-The spirit carries on: Una de las mejores baladas de Dream Theater. Sublime LaBrie en este tema de aroma claramente pinkfloydiano, muy bien acompañado por una voz femenina, y rematado con dos solos espectaculares de Petrucci, que servirían para definir lo que es feeling a la hora de tocar una guitarra. Inmensa; una canción para la posteridad.
Si el disco acabara aquí, ya sería inmenso, pero todavía queda Finally free, otro de los temas largos, al nivel del resto, y que sin duda es el broche de oro y el mejor final posible para la mejor de las historias. Pocos discos pueden presumir de un contenido tan denso y maravilloso al mismo tiempo como este Scenes from a memory. El cénit creativo de un grupo especial; una de esas maravillas que a veces nos regala el ser humano, arte en estado puro, que envuelve los sentidos y toca el alma. Uno de los mejores discos que se han hecho.
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