HAREM SCAREM - THIRTEEN
80/100
DISCOGRÁFICA: FRONTIERS RECORDS
ESTILO: HARD ROCK MELÓDICO/ROCK MELÓDICO
PRODUCTORES: PETE LESPERANCE Y HARRY HESS
MÚSICOS:
HARRY HESS: CANTANTE Y COROS/TECLADOS
PETE LESPERANCE: GUITARRA/BAJO/TECLADOS
CREIGHTON DOANE: BATERÍA
DARREN SMITH: COROS
TRACKLIST
GARDEN OF EDEN
LIVE IT
EARLY WARNING SIGNS
THE MIDNIGHT HOURS
WHATEVER IT TAKES
SAINTS & SINNERS
ALL I WANT
TROUBLED TIMES
NEVER SAY NEVER
STARDUST
Hace años que los discos de Harem Scarem los entiendo como el resultado de la tensión que se produce entre lo que ellos quieren hacer y lo que les exigen sus fans, y con “sus fans” me refiero a aquellos que los recuerdan, o incluso los siguen, por sus dos primeras obras, consideradas por muchos como títulos de referencia dentro del rock melódico.
Los canadienses siempre han sido una banda inquieta y ambiciosa. Su técnica prodigiosa, su capacidad creativa les ha llevado a buscar el reconocimiento fuera de las estrechas fronteras del rock de género, algo que resulta absolutamente razonable y respetable. Lo que ocurre es que esas fronteras además de estrechas están electrificadas, y el que intenta escapar o se queda frito en el intento o queda marcado para siempre. Esos estigmas de haber sido una banda de prestigio hacen difícil conseguir serlo en otro estilo, porque habitualmente ni se satisface a los seguidores primeros (que suelen interpretar ese acto como una traición, e imperdonable) ni se consigue seducir a los nuevos, que parecen oler las marcas. Sin embargo, creo que el objetivo de Harry Hess y Pete Lesperance no se reduce sólo a la justificable búsqueda del éxito, sino a una auténtica inquietud musical y a un rechazo irrenunciable a encasillarse y repetirse, para lo cual amplían sus límites hasta que desaparecen; por tanto resulta difícil clasificar su música como otra cosa que no sea rock.
Y eso es porque ellos son su propia marca. No hay mayor prueba que la que dan en los primeros segundos de Thirteen, ya que son necesarios sólo los tres primeros segundos de música de “Garden of Eden” para reconocer el sonido Harem Scarem. No pueden ser otros, y eso no hay muchos grupos que lo puedan hacer.
¿Y qué es Thirteen? Aunque para algunos seguramente sea otra decepcionante muestra de la terquedad de los Harem Scarem de querer hacer lo que no les corresponde, y en su derecho están de pensarlo, me parece sobre todo un excelente ejemplo de la idea de que lo que una de las cosas que de verdad nos hace disfrutar del arte son los detalles. Ellos son unos maestros en la ejecución, en tomar como base lo más sencillo para llenarlo de salpicaduras de genio, de deslumbrantes chispazos de intensidad, de huellas personales. Eso en este álbum está elevado al máximo. A pesar de que su calidad técnica les permite interpretar lo imposible, su objetivo siempre ha estado puesto en la inmediatez, en la comercialidad, en las melodías pegadizas. Podemos tomar su nuevo trabajo, rascar un poco y encontrar a la muñequita despeluchada de su primer álbum debajo.
La mezcla de sencillez estructural y depuración interpretativa es el rasgo fundamental de Thirteen. No se me ocurre una canción más sencilla, incluso simple, en su construcción que “All I need”, y sin embargo es imposible resistirse a su estribillo contagioso y sus coros, su ritmo entrecortado y a la ejecución de la canción que está lejos de ser algo sencillo. ¿Es “Whatever It takes” una balada revolucionaria? No, pero no hay a quien no le tiemblen las piernas cuando escucha entrar la voz a pelo de Harry Hess cantando la línea When you and I were young… Ni el estribillo es que sea algo que no se haya escuchado jamás, no obstante sólo ellos pueden hacerlo así.
Desde ahí, elevan la categoría de las canciones hasta donde quieren, permaneciendo en un nivel medio cuando les apetece o transformándolas en grandes temas. En los treinta y nueve minutos que dura el disco hay de los dos tipos. En mi opinión la chicha está en varias canciones: la magnífica “Early warning signs” de irresistible ritmo cambiante y delicioso estribillo, con unos coros que hacen sonreír de satisfacción, y con el brillante (perdón por la redundancia) solo de Lesperance.
El medio tiempo “The midnight hours” es una de las canciones más redondas del disco: el cambio de ritmo en el estribillo desarma al más preparado. Fantásticos coros con armonías muy trabajadas y con muchísima intención. Lo de Lesperance no me molesto en comentarlo.
Otro temazo es “Troubled times”: enorme buen gusto y uno de los mejores estribillos del disco. ¿De verdad que hay tanta diferencia entre esto y “Distant memory” o “With a little love”?
La pieza maestra es, a mi juicio, “Stardust”. Una canción que revela la enorme categoría de los músicos que componen esta banda, que crece compás a compás, compleja y sencilla a la vez, con unas líneas melódicas magistrales que se retuercen hasta lo imposible y remueven las emociones.
Ponerle etiquetas a esto es casi cruel. Lo que importa son los detalles.
Los canadienses siempre han sido una banda inquieta y ambiciosa. Su técnica prodigiosa, su capacidad creativa les ha llevado a buscar el reconocimiento fuera de las estrechas fronteras del rock de género, algo que resulta absolutamente razonable y respetable. Lo que ocurre es que esas fronteras además de estrechas están electrificadas, y el que intenta escapar o se queda frito en el intento o queda marcado para siempre. Esos estigmas de haber sido una banda de prestigio hacen difícil conseguir serlo en otro estilo, porque habitualmente ni se satisface a los seguidores primeros (que suelen interpretar ese acto como una traición, e imperdonable) ni se consigue seducir a los nuevos, que parecen oler las marcas. Sin embargo, creo que el objetivo de Harry Hess y Pete Lesperance no se reduce sólo a la justificable búsqueda del éxito, sino a una auténtica inquietud musical y a un rechazo irrenunciable a encasillarse y repetirse, para lo cual amplían sus límites hasta que desaparecen; por tanto resulta difícil clasificar su música como otra cosa que no sea rock.
Y eso es porque ellos son su propia marca. No hay mayor prueba que la que dan en los primeros segundos de Thirteen, ya que son necesarios sólo los tres primeros segundos de música de “Garden of Eden” para reconocer el sonido Harem Scarem. No pueden ser otros, y eso no hay muchos grupos que lo puedan hacer.
¿Y qué es Thirteen? Aunque para algunos seguramente sea otra decepcionante muestra de la terquedad de los Harem Scarem de querer hacer lo que no les corresponde, y en su derecho están de pensarlo, me parece sobre todo un excelente ejemplo de la idea de que lo que una de las cosas que de verdad nos hace disfrutar del arte son los detalles. Ellos son unos maestros en la ejecución, en tomar como base lo más sencillo para llenarlo de salpicaduras de genio, de deslumbrantes chispazos de intensidad, de huellas personales. Eso en este álbum está elevado al máximo. A pesar de que su calidad técnica les permite interpretar lo imposible, su objetivo siempre ha estado puesto en la inmediatez, en la comercialidad, en las melodías pegadizas. Podemos tomar su nuevo trabajo, rascar un poco y encontrar a la muñequita despeluchada de su primer álbum debajo.
La mezcla de sencillez estructural y depuración interpretativa es el rasgo fundamental de Thirteen. No se me ocurre una canción más sencilla, incluso simple, en su construcción que “All I need”, y sin embargo es imposible resistirse a su estribillo contagioso y sus coros, su ritmo entrecortado y a la ejecución de la canción que está lejos de ser algo sencillo. ¿Es “Whatever It takes” una balada revolucionaria? No, pero no hay a quien no le tiemblen las piernas cuando escucha entrar la voz a pelo de Harry Hess cantando la línea When you and I were young… Ni el estribillo es que sea algo que no se haya escuchado jamás, no obstante sólo ellos pueden hacerlo así.
Desde ahí, elevan la categoría de las canciones hasta donde quieren, permaneciendo en un nivel medio cuando les apetece o transformándolas en grandes temas. En los treinta y nueve minutos que dura el disco hay de los dos tipos. En mi opinión la chicha está en varias canciones: la magnífica “Early warning signs” de irresistible ritmo cambiante y delicioso estribillo, con unos coros que hacen sonreír de satisfacción, y con el brillante (perdón por la redundancia) solo de Lesperance.
El medio tiempo “The midnight hours” es una de las canciones más redondas del disco: el cambio de ritmo en el estribillo desarma al más preparado. Fantásticos coros con armonías muy trabajadas y con muchísima intención. Lo de Lesperance no me molesto en comentarlo.
Otro temazo es “Troubled times”: enorme buen gusto y uno de los mejores estribillos del disco. ¿De verdad que hay tanta diferencia entre esto y “Distant memory” o “With a little love”?
La pieza maestra es, a mi juicio, “Stardust”. Una canción que revela la enorme categoría de los músicos que componen esta banda, que crece compás a compás, compleja y sencilla a la vez, con unas líneas melódicas magistrales que se retuercen hasta lo imposible y remueven las emociones.
Ponerle etiquetas a esto es casi cruel. Lo que importa son los detalles.
AUTOR: Joserra
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