ALTER BRIDGE - FORTRESS
82/100
DISCOGRÁFICA: ROADRUNNER RECORDS
ESTILO: ROCK
PRODUCTOR: MICHAEL "ELVIS" BASKETTE
MÚSICOS
SCOTT PHILLIPS: BATERÍA
MARK TREMONTI: GUITARRA Y VOCES
MYLES KENNEDY: VOCES Y GUITARRA
BRIAN MARSHALL: BAJO
TRACKLIST
CRY OF ACHILLES
ADDICTED TO PAIN
BLEED IT DRY
LOVER
THE UNINVITED
PEACE IS BROKEN
CALM THE FIRE
WATERS RISING
FARTHER THAN THE SUN
CRY A RIVER
ALL ENDS WELL
FORTRESS
Dramatismo, algo de épica y mucha pasión es lo que ofrece Fortress, el nuevo álbum, cuarto ya, de la banda de los Creed y el cantante Myles Kennedy, una auténtica nueva estrella del rock que continúa la senda por donde han ido los pocos rockeros sabios que en el mundo han sido, un músico que sustenta su popularidad en su hacer y no en lo que hace cuando no tiene nada que hacer, como les pasa a tantas estrellas pasajeras de moda.
A lo que iba. El nuevo trabajo de Alter Bridge es todo lo que puede tener un disco de rock potente, pero con todos los elementos que muchos no tienen: mucho ruido y muchas nueces. Aquí el ruido es el rock contundente que practican Phillips, Tremonti y Marshall, una verdadera máquina compacta y rotunda que casa espectacularmente con las melodías vocales, sin dejar de ser agresivas, de Kennedy. En su base rítmica se puede rastrear desde el heavy clásico hasta las últimas tendencias del rock alternativo, incluso se pueden detectar influencias del metal técnico que, ligera pero inevitablemente, recuerdan a Ark o a Conception (imposible no pensar en ellos en la parte central de “The uninvited”), como en “Calm the fire”, la mejor canción del disco en mi opinión, con un ritmo endiablado y adictivo y un estribillo hipnótico, “Peace is broken”, otra de las imprescindibles (pero es que si empezamos así, pocas no lo son) o “Waters rising”, y que forman el tronco del álbum.
Sorprendentemente esto no asusta a muchos no practicantes del estilo, que degustan sin respirar ni quejarse canción a canción con entusiasmo. Creo que en esto algo tiene que ver la voz de Myles Kennedy: una voz muy personal que sin ser precisamente canónica engancha sin remedio, y por otro lado, endulza el envenenado mensaje y la potentísima base rítmica de los temas.
No resulta fácil despiezar una máquina tan bien construida porque precisamente en el perfecto encaje de sus piezas está uno de sus mayores méritos. Desde fuera, la presentación es buena, con el libreto en mate (algo poco habitual pero que aquí también es simbólico), una portada austera pero muy significativa, paradójica, la antítesis de lo que indica su título y que nos hace pensar en su propio contenido: una fortaleza que no lo es; o al revés, algo aparentemente frágil pero fuerte en realidad. ¿O es que nuestra debilidad es nuestra fortaleza? Por otro lado, ese concepto se revela en las letras del disco con enorme acierto: “Cause now more than ever what we need / is love to replace all the obscene” se puede escuchar en “Calm the fire”. También merece la pena destacar como valoración general la buena producción que permite que se aprecie la crudeza de los instrumentos y su sonido.
Hay rasgos reconocibles en la construcción de las canciones como el comienzo con acordes de guitarra acústica o arpegios para pasar a las eléctricas unos segundos después. Y la capacidad de la banda para, con pocos recursos, resultar muy expresiva: la progresiva aparición de instrumentos o su multiplicación (voz incluida) según avanza la canción, las guitarras que abren sus acordes y notas y las alargan en los momentos más intensos… Todo eso además de que cada componente hace un excelente trabajo. Aciertan plenamente en los cambios, las pausas (en “Bleed it dry”, tras la contundencia de las dos estrofas, el puente cobra un profundo sentido dando realce a la letra), y los coros, que son muchas veces más ambientales que estéticos. Excelente el trabajo de Kennedy.
El disco se abre y se cierra con dos composiciones “mayores”, algo más complejas, con cambios de ritmos, más largas: el comienzo con la épica “Cry of Achilles”, de mayor desarrollo, y en particular la pieza final, la dramática y profunda “Fortress”. Pero durante el trayecto que nos lleva de una a otra hay momentos para casi todo. Hemos hablado de la potencia y la fuerza de las composiciones, pero hay momentos más calmados: “Lover”, una inteligente canción con una melodía que la recorre desde el arranque y que nos lleva sin darnos cuenta a un estribillo que la repite, no permitiéndonos salir de ella. Y una semibalada con un mensaje de ánimo y de esperanza que es “All ends well” y del que no puedo evitar dejarme contagiar.
Éste es uno de esos discos que crece y que permanece, que se puede escuchar durante semanas y seguir disfrutándose, encontrando toneladas de nueces donde otros sólo escuchan ruido.
A lo que iba. El nuevo trabajo de Alter Bridge es todo lo que puede tener un disco de rock potente, pero con todos los elementos que muchos no tienen: mucho ruido y muchas nueces. Aquí el ruido es el rock contundente que practican Phillips, Tremonti y Marshall, una verdadera máquina compacta y rotunda que casa espectacularmente con las melodías vocales, sin dejar de ser agresivas, de Kennedy. En su base rítmica se puede rastrear desde el heavy clásico hasta las últimas tendencias del rock alternativo, incluso se pueden detectar influencias del metal técnico que, ligera pero inevitablemente, recuerdan a Ark o a Conception (imposible no pensar en ellos en la parte central de “The uninvited”), como en “Calm the fire”, la mejor canción del disco en mi opinión, con un ritmo endiablado y adictivo y un estribillo hipnótico, “Peace is broken”, otra de las imprescindibles (pero es que si empezamos así, pocas no lo son) o “Waters rising”, y que forman el tronco del álbum.
Sorprendentemente esto no asusta a muchos no practicantes del estilo, que degustan sin respirar ni quejarse canción a canción con entusiasmo. Creo que en esto algo tiene que ver la voz de Myles Kennedy: una voz muy personal que sin ser precisamente canónica engancha sin remedio, y por otro lado, endulza el envenenado mensaje y la potentísima base rítmica de los temas.
No resulta fácil despiezar una máquina tan bien construida porque precisamente en el perfecto encaje de sus piezas está uno de sus mayores méritos. Desde fuera, la presentación es buena, con el libreto en mate (algo poco habitual pero que aquí también es simbólico), una portada austera pero muy significativa, paradójica, la antítesis de lo que indica su título y que nos hace pensar en su propio contenido: una fortaleza que no lo es; o al revés, algo aparentemente frágil pero fuerte en realidad. ¿O es que nuestra debilidad es nuestra fortaleza? Por otro lado, ese concepto se revela en las letras del disco con enorme acierto: “Cause now more than ever what we need / is love to replace all the obscene” se puede escuchar en “Calm the fire”. También merece la pena destacar como valoración general la buena producción que permite que se aprecie la crudeza de los instrumentos y su sonido.
Hay rasgos reconocibles en la construcción de las canciones como el comienzo con acordes de guitarra acústica o arpegios para pasar a las eléctricas unos segundos después. Y la capacidad de la banda para, con pocos recursos, resultar muy expresiva: la progresiva aparición de instrumentos o su multiplicación (voz incluida) según avanza la canción, las guitarras que abren sus acordes y notas y las alargan en los momentos más intensos… Todo eso además de que cada componente hace un excelente trabajo. Aciertan plenamente en los cambios, las pausas (en “Bleed it dry”, tras la contundencia de las dos estrofas, el puente cobra un profundo sentido dando realce a la letra), y los coros, que son muchas veces más ambientales que estéticos. Excelente el trabajo de Kennedy.
El disco se abre y se cierra con dos composiciones “mayores”, algo más complejas, con cambios de ritmos, más largas: el comienzo con la épica “Cry of Achilles”, de mayor desarrollo, y en particular la pieza final, la dramática y profunda “Fortress”. Pero durante el trayecto que nos lleva de una a otra hay momentos para casi todo. Hemos hablado de la potencia y la fuerza de las composiciones, pero hay momentos más calmados: “Lover”, una inteligente canción con una melodía que la recorre desde el arranque y que nos lleva sin darnos cuenta a un estribillo que la repite, no permitiéndonos salir de ella. Y una semibalada con un mensaje de ánimo y de esperanza que es “All ends well” y del que no puedo evitar dejarme contagiar.
Éste es uno de esos discos que crece y que permanece, que se puede escuchar durante semanas y seguir disfrutándose, encontrando toneladas de nueces donde otros sólo escuchan ruido.
AUTOR: Joserra
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