Durísima película dirigida con sobriedad por Anderson.
Ya había ganas, como siempre, de ver lo nuevo de Paul Thomas Anderson. Sus trabajos siempre son esperados con interés, pues no suele defraudar a quiénes amamos su cine. Esto no quiere decir que su nueva película vaya a gustar a grandes masas, además me atrevo a afirmar que será de sus películas más controvertidas y que menos empatía obtenga con el público en general. Viéndola ya hace unas semanas en un cine casi vacío, tuve que ver a una pareja mayor marcharse cuando la película llevaba una hora y media, pero no me sorprendió, al igual que no me sorprendieron los comentarios de la gente al acabar el film, casi todos muy críticos con él, y algunas risas flojas diciendo que lo que habían visto era una locura.
En mi caso particular no puedo estar más en desacuerdo con estas opiniones, aunque como digo, lo entiendo; me ha parecido una película muy notable, con una dirección excelente, sobria y perfeccionista, como es natural en un maestro contemporáneo como Anderson, lleno de planos cenitales, planos secuencia extraordinariamente realizados como en todas sus películas, en definitiva un virtuoso técnicamente.
Otra de las grandes virtudes del film son los actores, con un reparto y unas interpretaciones espectaculares. Philip Seymour Hoffman, como siempre, está inconmensurable, y en mi opinión con muchas probabilidades de llevarse el Oscar, merecidamente por supuesto. Joaquin Phoenix lo borda de manera impresionante también, y siendo Daniel Day-Lewis mi actor predilecto, digo que Phoenix le disputará el Oscar a mejor actor principal.
No me gusta extenderme demasiado para no destripar en demasía las películas salvo excepciones, sólo un apunte más en cuanto al reparto, y es que Amy Adams está brillantísima, como en casi todo lo que hace últimamente, y se agradece ver a Laura Dern de vuelta aunque sea con un papel minimalista.
La película está narrada de forma pausada, flemática por momentos, con lentitud, y muchos espectadores verán en ello un inconveniente para ver con gusto la película, en cambio a mí me parece más una virtud, sobre todo viendo el tema tratado, el cual debe ser explicado de forma más tranquila, sin sobresaltos. En cuanto a la trama, Anderson no menciona explícitamente a la Cienciología en ningún momento, pero deja patente su idea. Hoffman es el líder, una persona llena de matices y de altibajos aunque muy controlados porque su profesión lo requiere; tiene por lema ensalzar la risa, pero no por ello se deja de ver lo enmascarado de su personalidad, donde frecuentemente pierde la compostura muy a su pesar, aunque siempre intentándole dar un toque de refinamiento ficticio.
En cambio Phoenix resulta ser el animal, el humano que no controla sus impulsos, un alcohólico que se deja llevar categórica e irreprimiblemente por sus deseos más naturales sin atender a lo correcta y políticamente estipulado, un desequilibrado, una personalidad llena de desvaríos. Como en todas sus películas, Paul Thomas Anderson vuelve a enseñarnos su particular visión sobre el conflicto entre las relaciones paternofiliales, que es el sino de su carrera, pues en todos sus films tiene un tratamiento personalísimo del tema, y creo que en esta película llega a cotas de dramatismo soberbias, llegando a ser más incisivo que nunca en su perspectiva. Está claro que no hay relación de parentesco real, pero es como si lo fuera, se deja patente de manera clara y también simbólica en muchos momentos del metraje. Phoenix, el hijo, aprenderá y decidirá, ya verán ustedes que camino elegirá para seguir su vida finalmente, pues en definitiva es su vida.
Mención especial para escenas oníricas puntuales, que pienso han hecho perder el hilo, sobre todo en la parte final, a más de un espectador. Muy buen guión de Paul Thomas Anderson.
Resumiendo, no apto para todos los públicos, pero particularmente una grandísima película que a mí me encantó.
Mi nota: 8/10En mi caso particular no puedo estar más en desacuerdo con estas opiniones, aunque como digo, lo entiendo; me ha parecido una película muy notable, con una dirección excelente, sobria y perfeccionista, como es natural en un maestro contemporáneo como Anderson, lleno de planos cenitales, planos secuencia extraordinariamente realizados como en todas sus películas, en definitiva un virtuoso técnicamente.
Otra de las grandes virtudes del film son los actores, con un reparto y unas interpretaciones espectaculares. Philip Seymour Hoffman, como siempre, está inconmensurable, y en mi opinión con muchas probabilidades de llevarse el Oscar, merecidamente por supuesto. Joaquin Phoenix lo borda de manera impresionante también, y siendo Daniel Day-Lewis mi actor predilecto, digo que Phoenix le disputará el Oscar a mejor actor principal.
No me gusta extenderme demasiado para no destripar en demasía las películas salvo excepciones, sólo un apunte más en cuanto al reparto, y es que Amy Adams está brillantísima, como en casi todo lo que hace últimamente, y se agradece ver a Laura Dern de vuelta aunque sea con un papel minimalista.
La película está narrada de forma pausada, flemática por momentos, con lentitud, y muchos espectadores verán en ello un inconveniente para ver con gusto la película, en cambio a mí me parece más una virtud, sobre todo viendo el tema tratado, el cual debe ser explicado de forma más tranquila, sin sobresaltos. En cuanto a la trama, Anderson no menciona explícitamente a la Cienciología en ningún momento, pero deja patente su idea. Hoffman es el líder, una persona llena de matices y de altibajos aunque muy controlados porque su profesión lo requiere; tiene por lema ensalzar la risa, pero no por ello se deja de ver lo enmascarado de su personalidad, donde frecuentemente pierde la compostura muy a su pesar, aunque siempre intentándole dar un toque de refinamiento ficticio.
En cambio Phoenix resulta ser el animal, el humano que no controla sus impulsos, un alcohólico que se deja llevar categórica e irreprimiblemente por sus deseos más naturales sin atender a lo correcta y políticamente estipulado, un desequilibrado, una personalidad llena de desvaríos. Como en todas sus películas, Paul Thomas Anderson vuelve a enseñarnos su particular visión sobre el conflicto entre las relaciones paternofiliales, que es el sino de su carrera, pues en todos sus films tiene un tratamiento personalísimo del tema, y creo que en esta película llega a cotas de dramatismo soberbias, llegando a ser más incisivo que nunca en su perspectiva. Está claro que no hay relación de parentesco real, pero es como si lo fuera, se deja patente de manera clara y también simbólica en muchos momentos del metraje. Phoenix, el hijo, aprenderá y decidirá, ya verán ustedes que camino elegirá para seguir su vida finalmente, pues en definitiva es su vida.
Mención especial para escenas oníricas puntuales, que pienso han hecho perder el hilo, sobre todo en la parte final, a más de un espectador. Muy buen guión de Paul Thomas Anderson.
Resumiendo, no apto para todos los públicos, pero particularmente una grandísima película que a mí me encantó.
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