Imagino que no debe de ser fácil para alguien como Pablo Perea pelearse cada día por sacar adelante su música, su arte, en un país que no valora, ni aprecia, ni estima a sus grandes artistas. De la generación de Pablo no hay demasiados que tengan su prestigio, sus aptitudes ni su capacidad compositiva e interpretativa. Así, el músico va probando y peleándose y esperando, siempre, que su público fiel le responda. Y no suele fallar.
Anoche Pablo Perea probó un formato distinto en una sala diferente, Galileo Galilei, más intimista, más apta para este tipo de conciertos: dos guitarras acústicas (la suya y la de Borja Montenegro), una eléctrica (Osvi Grecco), percusión (Jorge García), piano y violín (Alexis Hernández). Pablo informó de que esperaba contar con una violonchelista, Mari Luz Fernández, pero había fallado por motivos personales. Lo ha llamado Mi vida en otro traje. Este formato es más habitual en músicos como Quique González, pero a diferencia de éste y pese a sus comienzos, Pablo Perea es más rockero y por tanto, la expectación mayor por saber cómo sonarían sus canciones.
El comienzo fue algo tibio, no se había producido la conexión con el público, más atento quizás a no perderse nada, a fijarse en todo que en dejarse atrapar. Eso cambió en el tercer tema, tras la presentación y el agradecimiento de Pablo y el comienzo de “Experiencia”, una canción basada en la suya propia, y con un toque country que le iba muy bien. El público se animó y se rindió con “Al lado de ti”, también en la línea de la anterior. A partir de aquí todo empezaba a sonar de maravilla, el trabajo de los dos guitarristas era muy bueno, el toque eléctrico le iba que ni pintado, y la labor de Alexis, extraordinario, y de Jorge García a la percusión desarmó a todos. Casi dos horas que se pasaron en un suspiro.
Una de las canciones que mejor quedaron fue una de sus favoritas, y de mis favoritas, y de nuestras favoritas y la favorita de cualquiera que ame la música, “No te rindas”. También una de las que más había cambiado en su paso al nuevo formato. Quedó cálida y emocionante.
Nacho Campillo entró en escena para acompañar a Pablo en la versión que el primero hizo con sus Tam Tam Go de “Fall at your feet” de Crowded house: “Caer a tus pies”.
Un cambio de ritmo en el estribillo le quedó fantástica a la interpretación de “La calle de los sueños rotos”. En cambio, al menos desde donde nosotros estábamos, detrás de la mesa, eché en falta algo más de sonido a las guitarras en “Días de vino y rosas”, pues escuchaba más el piano que éstas.
Una versión intimista de “El culpable fui yo” sólo con las tres guitarras dio paso a una de las últimas y mejores composiciones de La Trampa, “Ángel negro”. De lo mejor, dentro de lo mejor, de la noche. Cerraba el concierto “Las botas gastadas”.
Los bises no se hicieron esperar. Primero “De aquí a la eternidad” y después la escalofriante e imprescindible “Tentación”: grande, enorme. Finalmente un homenaje a Joe Cocker, según supe después prácticamente improvisado, con “Unchain my heart”, de nuevo con Nacho Campillo al que se unieron una corista y Alejandro Perea.
Seguramente si Pablo continúa con este formato, conseguirá sacarle aún más provecho, depurar algunas cosas y exprimir más otras. No nos gustaría que abandonara su formato eléctrico, claro. Sin duda la experiencia es muy bonita, íntima, diferente. Muestra la valía de las buenas canciones que soportan cambios y reinterpretaciones, que ofrecen nuevas experiencias y aspectos desconocidos que permiten así que brillen, y por encima de eso, nos ofrece la posibilidad de seguir disfrutando de uno de nuestros artistas más valiosos, a pesar de que muchos no lo sepan.
Anoche Pablo Perea probó un formato distinto en una sala diferente, Galileo Galilei, más intimista, más apta para este tipo de conciertos: dos guitarras acústicas (la suya y la de Borja Montenegro), una eléctrica (Osvi Grecco), percusión (Jorge García), piano y violín (Alexis Hernández). Pablo informó de que esperaba contar con una violonchelista, Mari Luz Fernández, pero había fallado por motivos personales. Lo ha llamado Mi vida en otro traje. Este formato es más habitual en músicos como Quique González, pero a diferencia de éste y pese a sus comienzos, Pablo Perea es más rockero y por tanto, la expectación mayor por saber cómo sonarían sus canciones.
El comienzo fue algo tibio, no se había producido la conexión con el público, más atento quizás a no perderse nada, a fijarse en todo que en dejarse atrapar. Eso cambió en el tercer tema, tras la presentación y el agradecimiento de Pablo y el comienzo de “Experiencia”, una canción basada en la suya propia, y con un toque country que le iba muy bien. El público se animó y se rindió con “Al lado de ti”, también en la línea de la anterior. A partir de aquí todo empezaba a sonar de maravilla, el trabajo de los dos guitarristas era muy bueno, el toque eléctrico le iba que ni pintado, y la labor de Alexis, extraordinario, y de Jorge García a la percusión desarmó a todos. Casi dos horas que se pasaron en un suspiro.
Una de las canciones que mejor quedaron fue una de sus favoritas, y de mis favoritas, y de nuestras favoritas y la favorita de cualquiera que ame la música, “No te rindas”. También una de las que más había cambiado en su paso al nuevo formato. Quedó cálida y emocionante.
Nacho Campillo entró en escena para acompañar a Pablo en la versión que el primero hizo con sus Tam Tam Go de “Fall at your feet” de Crowded house: “Caer a tus pies”.
Un cambio de ritmo en el estribillo le quedó fantástica a la interpretación de “La calle de los sueños rotos”. En cambio, al menos desde donde nosotros estábamos, detrás de la mesa, eché en falta algo más de sonido a las guitarras en “Días de vino y rosas”, pues escuchaba más el piano que éstas.
Una versión intimista de “El culpable fui yo” sólo con las tres guitarras dio paso a una de las últimas y mejores composiciones de La Trampa, “Ángel negro”. De lo mejor, dentro de lo mejor, de la noche. Cerraba el concierto “Las botas gastadas”.
Los bises no se hicieron esperar. Primero “De aquí a la eternidad” y después la escalofriante e imprescindible “Tentación”: grande, enorme. Finalmente un homenaje a Joe Cocker, según supe después prácticamente improvisado, con “Unchain my heart”, de nuevo con Nacho Campillo al que se unieron una corista y Alejandro Perea.
Seguramente si Pablo continúa con este formato, conseguirá sacarle aún más provecho, depurar algunas cosas y exprimir más otras. No nos gustaría que abandonara su formato eléctrico, claro. Sin duda la experiencia es muy bonita, íntima, diferente. Muestra la valía de las buenas canciones que soportan cambios y reinterpretaciones, que ofrecen nuevas experiencias y aspectos desconocidos que permiten así que brillen, y por encima de eso, nos ofrece la posibilidad de seguir disfrutando de uno de nuestros artistas más valiosos, a pesar de que muchos no lo sepan.
Crónica Joserra
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