Ya sé que no es un disco precisamente rockero o AOR, pero algunos estamos enamorados de esta maravilla.
Inquietante, salvaje, hermoso a ratos, depresivo, retorcido, extraño, industrial, susurrante, explosivo... podría seguir citando adjetivos, y seguramente todos ellos encajarían en este artefacto.
No sé si sabeis que Reznor lo grabó en la mansión de Sharon Tate, ahora reconvertida en estudio de grabación (Le Pig), con lo que la dosis de mal rollo estaba ya asegurada de antemano. Además, por aquel entonces, el tío estaba viviendo una crisis existencial del quince, sumergido en toda clase de sustancias (¿por qué será que algunos de los mejores discos de la historia siempre tienen este componente añadido?).
Este tío podrá grabar discos cojonudos en la actualidad (que lo hace, y seguramente lo seguirá haciendo), pero dudo mucho que alcance el nivel de este disco (aunque The Fragile se le acercó mucho).
Vuelvo a decir que no es un disco precisamente rockero, pero invito a todo aquel que no lo haya escuchado a despojarse de prejuicios y vivir la experiencia de escuchar ésto. Es todo un viaje.
